domingo, octubre 17, 2010

Caen



Caen lentos, caen pesados,
caen los párpados,
quedan cerrados.


© Oscar Franco
foto: Nubi

Consumo y sumo

Me sumo con sumo gusto
a la lucha consumista.
Me sumo y me siento a gusto
si consumo a simple vista.
Me sumo en un colchoncito
y sumo de esquina a esquina,
consumo -y no necesito-
el zumo de mandarina.
Me sumo en sueño profundo
y resumo mis recuerdos,
presumo de mucho mundo
y a lo sumo soy un cerdo.
El sumo pontífice ama
la religión que yo asumo
pero me sumo en la cama
y sólo consumo y sumo.

© Oscar Franco

domingo, octubre 10, 2010



TALLER DE CREACIÓN LITERARIA

Iniciados
*poesía* *cuento* *teatro* *mini ensayo*
Lunes y miércoles de 18:00 a 20:00 hrs.
Lugar de reunión: El paliacate, calle 5 de mayo #20, barrio de La Merced.
San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.
Imparte: Ximena de Tavira. (http://mementiras.blogspot.com/)
Interesados de todas las edades escribir un correo con sus datos (nombre, edad, dos géneros literarios de mayor interés) a: equisdete@gmail.com, o inscribirse directamente en El paliacate.

Cuota de cooperación: setenta pesos semanales. Cupo limitado.
Fecha de inicio miércoles 13 de octubre, 2010.

jueves, octubre 07, 2010

Nombre de un perro

Dura pedrada en contra de mí mismo

volver a comenzar me descompone

la lluvia es un remiendo en mi paisaje

es mío morir de frío

contravengo

perdido

delirante

sin salida

ahogándome en mi propio laberinto

escuela de domingo

traidor empujón que me avienta al abismo

a plena luz del día soy ultraje

tu boca me detiene

salto al cielo

entiendo que no está bien lo que ahora hago

y voy de nuevo

siempre voy de nuevo

no me sueltes

no me dejes ganar

si vivo pierdo

lacero mis pasos en retrospectiva

no lo sé

no atino a comprender qué estoy soñando

tampoco tú

lo sabe casi nadie

si es que alguien

te escucho

léeme

agridulce merengue de la frustración

eres el callejón que no he tomado

para llegar llorando al otro lado

donde está la verdad

dónde está la verdad

lo sabe nadie

si mal

si roto

si en el trance indiferente

suspiro

siento

suspiro tuyo que aún intento

beber a lentos sorbos de granate

quiero calma y aparecen

enormidades flamantes

no me sueltas

pan de nostalgia

de poco me consuela

duele, duele

beso de sidra

dardo que tragué confiado

lira

pira para el más pirado

sable

esto duele, entiendes

duele

puntiagudo acero venerado

que me escuece la cañada

bobo ensoberbecido

sabido debí decir

no subido

atado de pies y ganas

pellizco por la espalda

tiburón de metal

un diablo y numerosa comitiva

desatadas manzanas

flores en la escalera

de postre flan con sal

nieve

si ausente

si contigo

duele

ventana abierta bajo lluvia

bajo cero

bajo y no estás

te como y no te veo

y como no te veo me subo

no supo

sólo siento

contra mi voluntad

reptando por tus piernas

mi mirada

araña sin balcón

producto de mi congoja suicida

me miras, me detengo

aúllo

giro

solución de alcatraz ineludible

ahuyento la paz que quiero

pedimos fuego

a qué hora

no recuerdo

tampoco tú

si supiera

resbalo

por la curva de tu pecho y caigo

para dentro y para fuera

redondo

si te escucho no duermo y más me aviento

si ya muerto al llegar

si ayer

si roto

besado por error

vacilo

pido

manifiesto mi brusco desparpajo

mala idea

no colindo

me mutilo

nombre de un perro

por qué lo haces

nos malacostumbré

mordisco que empapela

tus ojos me sostienen

momento

no me sueltas

me miras

me detengo

no me sueltes

te escucho

si te escucho no duermo

espanto a la paz que quiero

léeme

vuelve a leer

salto al cielo

cada sentido me duele

con tanta intensidad

que a bebida ligera

me sabe probar la muerte

te siento

te escucho

duele

te miro

y aquí me quedo

y pienso

eso es lo peor

de fuego son las ideas

y duelen

la vida duele

entiendes

duelo

fina agonía

me enredo

nombre de un perro

no hombre

nombre de un perro

duele

© Oscar Franco


lunes, octubre 04, 2010

En el bosque











Se sentó en medio de la nada, mirando a los árboles, piedras y arbustos que se congregaron a su alrededor. Esperaba que hubiera también algún semejante más semejante que aquellos seres, pero en ese momento ni siquiera parecía haber arañas o cualquier insecto. Era un maestro sin alumnos. Había llegado temprano al bosque para instruir a tres supuestos aprendices que le pedían su ayuda para alcanzar el conocimiento. Dijo que los vería en ese lugar a las nueve de la mañana. Ya eran las nueve y cuarto y nadie llegaba. Pensó que quizá debería comenzar a transmitir sus enseñanzas a quien estuviera ahí ya, puesto que ya pasaba de la hora acordada para comenzar, aunque sólo hubiera árboles, piedras y arbustos, además de algunos insectos escondidos.

¿Qué conocimientos necesitarían recibir esas piedras y plantas de boca de aquel maestro? No halló en su cabeza un buen inicio. Antes bien, sintió que no deseaba hablar. A pesar de los años que tenía como mago y como sabio, conocedor de los secretos del mundo, aún podía decepcionarse ante la impuntualidad de quienes decían que deseaban ser sus discípulos.

Quiso hablar para esa naturaleza ante la que se encontraba, sin embargo, tuvo que admitir que no los percibía como aprendices. Esas plantas y piedras se comportaban como si él no fuera un maestro iluminado sino, tan sólo, un ser más de los que habitan el mundo. No es que no quisieran escucharlo, era que no parecía que tuvieran que hacerlo.

¿Para qué quiere un maestro propagar sus enseñanzas? ¿No será sólo para que de ese modo reafirme su título de maestro? ¿Y cuánto tiempo tendría que estar al frente de sus aprendices?

El maestro ni siquiera decidió no hablar, simplemente no habló. Permaneció en silencio, como los árboles y las piedras que se encontraban en torno a él. Dejó que ese silencio entrara también en su cabeza. No pensó más en los alumnos que nunca llegaron. No se hizo más preguntas. Dejó, incluso, de pensar que él era un maestro. Se quedó callado, mirando al mundo tal como era cuando en ese bosque no había maestros hablando con alumnos.

Se movió una hoja en el suelo. Debajo de ella apareció un caracol. Vio también un flaco insecto anaranjado caminar por una rama y detenerse en la punta.

Al cabo de un rato, no se sintió más como un maestro ni como un individuo. Pasó a ser otro elemento de ese bosque. Se fundió con el paisaje. No había más.

Y no había nada que decir ni qué enseñar. Si acaso por aprender todavía. El conocimiento sólo podía ser de quién estuviera listo para aprovecharlo.

A media tarde el maestro se levantó. Con una leve inclinación de cabeza y un ligero murmullo, agradeció al bosque, a las piedras y plantas y a los insectos y aves que se presentaron durante ese lapso el haber compartido con él su espacio, su tiempo y su modo de saber. El maestro había aprendido otro tanto sobre el universo o, al menos, había reafirmado un conocimiento.

Se alejó caminando por el mismo sendero que había llegado.

El bosque continuó con sus asuntos.


© Oscar Franco

Foto: Lorena Dos Santos Cuevas