martes, octubre 27, 2009

Oficina


Se tapan mis oídos, se nubla mi mirada, el mundo me da vueltas, la luz me deja ciego, avanzan los minutos y vuelan en picada instantes que me impiden mantenerme sosiego.

Me siento como el preso que cumple una condena y que para ser libre le resta una semana.

Estoy como el gordito que ya quiere su cena y al sol que no se pone mira por la ventana.

Ansioso como niño en taller de secundaria, soportando a una gorda maestra nauseabunda, me aboco sin deseos a mi tarea diaria y envidio sin remedio a mi mente vagabunda.

Imploro que el reloj se trague los minutos que ahora me separan de la última campana.

¡Absurda realidad!

¡Qué costumbres de adultos!

Querida libertad de juventud lejana, vendida sin piedad por algo de dinero, un poco de poder, un puño de confianza, un seguro social, un nombre en un letrero que sobre el escritorio simula una alabanza.

En un mundo de citas, papeles, entrevistas, relojes, archivos, contadores, impuestos, supuestos e imprevistas reuniones de amables vendedores, ¿en dónde está mi cama, mis recuerdos?

¿En dónde mis amigos, mis historias?

¿Qué pasó con la calle, con el tiempo, la música, los libros, las memorias?

¿En dónde las mujeres, la ternura, la tarde oculta de un amor eterno?

¿En dónde los balcones, la locura de andar en camiseta en pleno invierno?

¿Y dónde los poemas, las canciones, la ingenuidad que hacía mi compañía?

¿En dónde están aquellas emociones?

¿Adónde fue a vivir la fantasía?

Estoy como el infante, como el preso, esperando la hora de salida y te sueño, libertad y me pregunto, ¿sabré esta vez aprovechar la vida?

© Oscar Franco

Foto: todosignifica.wordpress.com

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