martes, marzo 24, 2009

Jazz


Sonido de la noche.

El mundo se afloja la corbata.

Los edificios silban su canción.

Luces sobre el pavimento.

El humo está bien. Ser uno está bien.

Hablemos de otra cosa, ya no del trabajo.

¡Qué farsante me siento en una copa de Martini!

¿A quién quiero yo engañar? El jazz y la salsa son frecuencias que mis oídos no captan.

Oigo el aroma del café, hundido en el sillón del monumento a la empresa privada y aspiro la música que impregna el aire.

El mundo se manifiesta con necia insistencia.

Los sentidos compran todo lo que ven.

Esta humanidad que no puede estarse quieta.

Y tampoco yo, que se me mueven los pies.

Miro desfilar los pensamientos y sigue bailando el diablo frente a mí.

Soplan los metales. Sé que eres tú.

Open jam!


¿Te conozco? ¡Clarinetes! ¡Claro que sí!

Van marchando tus viejos dioses: Louis, Dizzy, Miles, John, el Duke... y maúlla la rapsodia de George. ¡Caben tantas siluetas en el mar de tu nombre!

De mis queridos amigos, el rock y el blues, eres tú ese hermano distante al que casi no saludo. Nos hemos visto pasar.

Eres el que todo puede, el frío, el calculador: “¡Cool, man!”

El que siempre sabe cómo actuar.

El que no se junta con nosotros porque somos infantiles.

El que calculadamente se viste de espontaneidad.

Con tu cabello bien peinado y tus frases sincopadas, tus vueltas sorpresivas y tus espantos cotidianos.

Tus complicadas progresiones son cosa del demonio.

¡Todo ese jazz!

¡Eres tan como yo! Vanidoso, farolón.

Vuelan palabras, canta el saxofón.

¿Alguien, en realidad, te está poniendo atención?

Baila el diablo frente a mí y las pasiones más sabrosas tienen sentido en esta fulgurante exposición.

¿Cómo puede ser tanta belleza mala para la salud?

¡Qué cómodo estoy sentado sobre la espuma de la cerveza!

¿Qué puede tener de especial mi miseria en plena noche?

¡No más de ese jazz!

¿Sabes? Las palabras se conservan mejor en música y mis oídos sólo perciben los latidos más orgánicos. ¿Oyes lo que digo?

¡Mira lo que puede provocar una canción!

¡Eres tan como yo, arrogante, fanfarrón!

Y van marchando tus viejos santos: Ella, Benny, Thelonious, Charlie, el Count.... y los primos de Dixieland.

Música de colores. Música de color.

Me quedo con Paris Blues.

“Y pienso para mí, ¡Qué mundo maravilloso!”


¡Bah! ¿Para qué le hago al cuento?

Jazz, tú sabes, no te entiendo.

Pero se mueven mis pies.

¡Qué contento me siento junto a mi vaso de chai!

Y tú por allá en tu cháchara, trepando por las paredes.

¡Eres tan como yo, improvisando a cada instante sobre la partitura de la vida!

Hermano jazz, no es verdad, no eres frío. Es sólo que no te entiendo.

Pero esta vez coincidimos.

¡Vamos jazz, let’s jam!

¡Hasta que caigan las etiquetas!

¡Hasta quedar sin aliento!

¡A descolgar las estrellas!

Let’s jam, let’s jam, let’s jam!

© Oscar Franco

No hay comentarios:

Publicar un comentario