A mi querido amigo, hermano y maestro,
Paulo, el Ayívika, por nuestros Sutras del Chai
(especialmente por el Sutra del Doctor Wilson y Míster House)
y a quien, como a mí, le quede el saco.
Creo que si al menos supiera por qué hago lo que hago podría salvarme.
¿Qué loco?
Como si fuera tan simple como tener la razón.
Soy un asesino.
No quisiera serlo pero me es inevitable.
Cada vez que hablo alguien muere.
Cada vez que muevo un dedo hay alguien que cae herido
y cada vez que pienso
atento contra mí.
Debería haberme callado hace ya mucho tiempo.
¡El mundo es tan susceptible!
¿Les sorprende que me queje de que mis víctimas sean como son?
Soy un asesino, sí pero no puedo evitarlo y este poder me atormenta.
No termino de asumir mi condición de asesino.
Aún no acepto que alguien muera.
Es grave, quiera o no quiera,
tarde o temprano, cuando me mueva
yo voy a matar a alguien y la triste realidad
es que inevitablemente y por mucho que me cuide
algún bienintencionado,
por heroico o descuidado,
a su vez, me va a matar.
Y si no me mata alguien me matarán mis sentidos:
Lo que yo miro me mata. Me mata lo que yo toco.
Lo que yo pienso me mata. Me mata lo que yo oigo.
Lo que yo como me mata.
Me mata lo que yo piensa,
lo que yo dice,
lo que yo quiere,
lo que yo hace,
lo que yo ingiere,
lo que yo alcanza,
lo que yo puede,
lo que yo, lo que yo, lo que yo
yo,
yo.
¿No hacemos todos igual?
¡Ah, qué vida malandrina!
¡Pero qué ciego que voy que no quiero darme cuenta de que no actuar no es opción,
porque siempre haremos algo y aunque elija no hacer nada,
incluso ese absurdo escape será por mi decisión!
No hay peor infierno que hacer como que no sé lo que sé,
que mi mente atormentada invente a sus policías que,
paradójicamente, nunca saben que lo son.
Creo entonces que sólo eso me salvará de momento,
pero no hay donde esconderme cuando la noche madura.
Al final hay alguien que sabe que he cometido un crimen.
Al final hay alguien...
Yo.
Creo que si al menos pudiera dejar de ser yo podría salvarme.
¿Qué locura?
Si dejo de ser quien soy
entonces, ¿a quién voy a salvar?
Soy asesino de closet, no me asumo responsable.
Si me interroga la conciencia sé qué voy a declarar:
Mis víctimas tienen la culpa; si no fueran cómo son.
Él tenía que haber sabido pero sólo iba a lo suyo.
Ella debió hacerse a un lado.
Ellos nunca me entendieron, sólo barrían para adentro.
Ella no me comprendió, jalaba agua a su molino,
de mí ni se preocupó.
Ególatras y mezquinos, vanidosos, egoístas
que no querían darse cuenta que el centro del mundo era yo.
Y no termino de asumir mi condición de asesino.
Eludo saber que hay alguien que conoce al criminal.
Pero no hay donde esconderme cuando la noche madura.
Al final hay alguien,
yo
y no lo puedo callar.
© Oscar Franco
Oz, has tu poema de influenza pa nuestro blog.
ResponderEliminarUn abrazo.
Anaïs.
OK, Poeta Influyente, pues que lo pides, pues que veré hacerlo. Y cuídate de esas malas influenzas.
ResponderEliminarOtro abrazo,
0z
"¡Ah, qué vida malandrina!"
ResponderEliminarHAS DE VENIR A MATAR A ESTA VÍCTIMA CON TUS GENUINAS ARMAS.
Te quiero mucho, 0z.car
Orografía cotidiana cazadora!
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