lunes, abril 13, 2009

No me acuerdo

Me encontré de pronto a media calle, miré hacia arriba y me deslumbró el sol entre las hojas de un árbol. Miré entonces a los lados pues, al verme sobre el arroyo, temí que en cualquier momento me aplastaría un auto.

Pero no, ni por un lado ni por el otro se veía que algún vehículo se aproximara. Era una calle muy tranquila. Quise recordar pero no pude ni pensar. Miré hacia las ventanas de las casas. Me parecían conocidas.¿Dónde las había visto antes? Quise recordar pero no pude ni pensar. Luego miré a una acera. Miré a la otra. Respiré tranquilamente. Me pareció una bendición que no pasaran autos ni gente. Contemplando la calle casi sin movimiento pasé cerca de una eternidad. Sólo algunas hojas que el aire movía, nada más.

Por fin, algo comenzó a inquietarme dentro de ese momento de rara paz y era que si permanecía en ese punto no tardaría en dar vuelta un automovilista y me daría un golpe terrible. Sería mejor volver a la acera.

¿Pero a cuál acera? Traté de recordar. Miré hacia la banqueta soleada y allí se recostó mi mirada junto a un arbolito. Creo que pasaron varios minutos antes de que volviera a sentir la agitación de antes. Era mejor que caminara hacia la banqueta. Entonces miré hacia el lado sombreado de la calle, en la acera de enfrente. Parecía tan fresco ahí, como en un agradable jardín. Quise recordar los días felices de mi niñez, a la sombra de un sauce, pero ni siquiera podía pensar. ¿Acaso alguna vez estuve a la sombra de un sauce? No sé entonces por qué tardé tanto en reaccionar y darme cuenta que aún seguía sin quitarme de la mitad de la calle.

Quise rascarme y reflexionar sobre esa inquietud de apenas un instante antes. Era como si algo debiera preocuparme. Me quedé en silencio, como pensando a oscuras.

Pasaron varios minutos y no vino un solo pensamiento a mi mente. Algo no era normal, si bien me envolvía una paz celestial.Y suspiré. Debería moverme, sin duda. Pero, ¿por qué? Y en todo caso, ¿hacia dónde?

¡Qué curioso! Tendrán que creerme, permanecí otro largo rato ahí y realmente no sabía hacia dónde iba ni de dónde venía. Entonces, como que quise ver cuánto tiempo había pasado y me hundí abstraído en el reflejo cristalino de las piedras húmedas del medio día. Esos brillos. Luces y sombras danzarinas que se desplazan como nubes. Después de un rato las sombras parecieron sentarse a descansar y no recuerdo haber visto la hora que era. Ni para qué quería ver la hora. Supongo que fue un acto reflejo, como si un reloj me pudiera responder hacia dónde iba, por qué estaba yo ahí, en esa calle. Quién era yo.

Mas la sensación que imperaba era la de que nada de eso importaba en realidad, ni siquiera la cuestión de quién era yo. Y no les digo la infinita eternidad que permanecí contemplando la rueda de un auto estacionado mientras se escribían en mi mente las palabras de esa interrogante: ¿Quién era yo?

Quién era yo. Sin un asomo de inquietud, sin preocuparme en absoluto. Ni siquiera era la pereza de pensar. No sé que fue lo que menos me importó, si el “quién” o el “yo” o el “era”.

Nada era. Ni el tiempo, ni yo, ni nada. Nada. Eso era todo lo que figuraba en mi mente, nada. Nada. Nada.

Mientras, las casas a orillas de esa calle me miraban sin pronunciar palabra y luego me pareció que alguna murmuraba: “Pide que te lleven a tu casa”. Suspiré otra vez. Ir o venir, qué ideas tan extrañas me parecían de pronto. Ir o venir, ¿a dónde o de dónde?

Porque no me acuerdo. No siento la menor angustia y no concibo pedir que alguien me lleve a casa. ¿Desde cuándo he estado aquí? Ahora que lo pienso, no recuerdo haber tenido memoria jamás. No sé que hago a media calle. Allá viene un auto. ¿Debería quitarme de su camino?

No recuerdo haber estado en ninguna de esas aceras. Tengo imágenes de mí, cuando era pequeño, siempre aquí, siempre así. Era más flaco, creo que sí. Ahora ese auto está casi sobre mí. La idea no me angustia en absoluto. No concibo quitarme de su camino. ¿Por qué habría de ser su camino?

Por curiosidad, quiero pensar en moverme. No recuerdo nada. Ni siquiera logro pensar. Esta paz es tan total. No me muevo. No me muevo. El auto pasa a mi lado, esquivándome sin mayor dificultad. Era como si el conductor lo tuviera todo previsto. Por un momento traté de alzar mi raíz, creo que lo intenté, nomás por curiosidad, pero no pude. Creo que en realidad ni lo pensé. Ellos están en la banqueta y yo estoy aquí, a media calle. Así soy. No todos estamos donde deberíamos, supongo. Jamás supe angustiarme. No recuerdo nada, sólo este día, eso creo. Ni siquiera puedo pensar.


© Oscar Franco

2 comentarios:

  1. AHHH! ACABO DE VER QUE TIENES BLOG.
    JIJIJI.
    SUBE EL DE POESÍA PORNO. ESTUVO MUY BUENO.
    BESITO.

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  2. "Me quedé en silencio, como pensando a oscuras".

    Qué buena frase.

    Este relato me hace imaginarte (¿recordarte?) detrás de cierta ventana de cierta casa de cierta calle llamada Pitágoras, viendo la lluvia caer y sin pensar. 05:05

    Te quiero.

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